La Cultura de los Orangutanes

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Un equipo internacional de primatólogos ha constatado, después de décadas de cuidadosa observación, que estos simios muestran una serie de comportamientos basados en rasgos culturales que se transmiten de generación en generación.

El origen de estos comportamientos transmitidos culturalmente podría remontarse a unos 14 millones de años atrás, cuando los orangutanes evolucionaron a partir de un ancestro más primitivo. Con anterioridad se habían encontrado evidencias de transmisión cultural en chimpancés que sugerían un origen más cercano, quizá hace unos 7 millones de años.

En el artículo publicado en la revista Science, el 3 de enero, los científicos presentaron el hallazgo de pruebas de transmisión cultural en 24 comportamientos. Entre estos últimos destacan: el uso de hojas como guantes de protección o paños de limpieza; la utilización de palos para hurgar en agujeros de donde obtener insectos, para rascarse determinadas partes del cuerpo o para extraer semillas de la fruta; emplear ramas con hojas para espantar los insectos o recoger agua; la práctica de «deportes» físicos; la emisión de sonidos utilizando hojas o manos para amplificar el sonido; construir parasoles para los nidos o para protegerse de la lluvia, etc.

Los científicos como Carel van Schaik, de la Duke University, se interesaron en la búsqueda de una transmisión cultural en los orangutanes ante la evidencia de que estos simios utilizan herramientas. En concreto, un grupo de orangutanes de Sumatra usa palos para obtener semillas de un fruto llamado neesia, evitando así pincharse con las púas que lo rodean. Pero aunque el hábitat parezca idéntico, sólo algunos grupos utilizan esta técnica, lo que hace suponer que se ha transmitido muy localmente.

A pesar de todo, la cultura requiere mucho más que una conexión madre-hijo. Debe existir un contacto social, y los orangutanes no son precisamente muy sociables. Para aclarar el asunto, la Leakey Foundation patrocinó un congreso en febrero de 2002 durante el cual se reunieron especialistas de todo el mundo para poner en común sus investigaciones. Se visualizaron videos y se intercambiaron datos que permitieron identificar comportamientos que eran diferentes entre grupos distintos. Los 24 comportamientos mencionados con anterioridad constituían variantes culturales muy probables, pero aún era posible que simplemente representasen adaptaciones frente a los hábitats, sin transmisión social.

Un análisis profundo posterior permitió asegurar que el hábitat no influye decisivamente en estos comportamientos. De hecho, resulta evidente que los grupos próximos muestran más similitudes de comportamiento que los más alejados. Existe al parecer un proceso de innovación y de difusión cultural. En los puntos donde existe más contacto social, el repertorio de comportamientos es más amplio, porque los animales tienen una mayor oportunidad de aprender de otros individuos.

Este estudio pone de manifiesto que la cultura humana no apareció como algo nuevo, sino que probablemente tiene un origen muy antiguo. Los primeros humanos tuvieron seguramente una base cultural previa sobre la que construir la suya.

Los orangutanes, sin duda, aún pueden enseñarnos mucho sobre nuestro propio pasado, pero las investigaciones son difíciles, porque su hábitat se encuentra en zonas donde los problemas políticos y la destrucción dificultan el acceso de los científicos. Los investigadores advierten que es necesario proteger a estos animales, o de lo contrario podríamos perder una información valiosísima sobre nuestros propios orígenes.

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