Los ingenieros del Jet Propulsion Laboratory han diseñado una especie de robot «araña» que algún día podría ser empleado como explorador en la superficie de otros planetas, y también sobre objetos más pequeños, como cometas, asteroides o la propia Luna. Sus inventores lo han bautizado con el nombre de Charlotte, en honor a un personaje infantil.
Además de explorar, estos robots podrían tener funciones prácticas en el espacio, como efectuar el mantenimiento y reparaciones de la estación espacial internacional, o, aquí en la Tierra, investigar en zonas donde hay materiales peligrosos. Sus aplicaciones, de hecho, son innumerables.
Los vehículos con ruedas que tradicionalmente se emplean para explorar, son aptos en la mayor parte de las ocasiones, pero no siempre. Según Robert Hogg, el robot araña, gracias a sus patas articuladas, puede en cambio desenvolverse en terrenos muy distintos, es decir, puede ir donde quiera cuando quiera.
Como ocurre en las arañas reales, el robot posee antenas, que en este caso le permiten detectar la presencia de obstáculos. El primer prototipo es lo bastante diminuto como para que podamos sostenerlo en la palma de nuestra mano. En el futuro, sin embargo, podrán tener un tamaño aún inferior, quizá una décima parte del actual. Equipado con cámaras en miniatura, la máquina puede observar los alrededores y enviar una señal a sus controladores. El modelo disponible en estos momentos posee seis patas y utiliza una estrategia de tipo «trípode» para caminar sin perder el equilibrio. No obstante, se pueden diseñar robots de 8, 12 e incluso 50 patas.
Durante unas pruebas recientes, se apagó la radio de un vehículo mayor, simulando una avería, y se permitió al robot araña llegar hasta él, sorteando obstáculos, para hacer de enlace, actuando como radio de repuesto. El ensayo fue un éxito.
Los investigadores ya piensan en grupos de robots que «tejerían», distribuyéndose geográficamente, una auténtica red de comunicaciones sin necesidad de utilizar otro tipo de infraestructura (como un satélite). Los datos que cada uno recogerá, serán compartidos con los demás, aumentando la seguridad y redundancia del sistema global.
El próximo paso consistirá en desarrollar un robot araña que no sólo tenga más movilidad, sino que además permita la colocación de herramientas en sus dos patas delanteras. De esta forma, podrá excavar en el suelo, o realizar reparaciones complejas. Las versiones futuras se moverán más rápido, escalarán zonas abruptas y tomarán decisiones independientes sobre cuándo y qué explorar. Cientos o miles de ellos podrán actuar a la vez, persiguiendo la misma meta. Su fabricación en masa reducirá su coste, permitiendo abarcar más espacio en menos tiempo.
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