Hombre, menor de 25 años y estudiante

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Voluntario de la Comunidad de Madrid, ¡Buenos días!». Esta frase resuena en las paredes de la sala de recepción de llamadas de todos los que quieren viajar a Galicia miles de veces al día.Son 20 interlocutores trabajando de sol a sol y el teléfono no descansa ni un instante.

«Si alguien dudaba del espíritu cívico de los madrileños, que lo había, se va a tener que tragar sus palabras», asegura orgulloso el director general de Inmigración, Cooperación al Desarrollo y Voluntariado, Tomás Vera. Y es que ayer, a las nueve de la noche se habían recibido 16.083 llamadas y ya habían inscrito 1.864 voluntarios.

No hay límites en las ganas de ayudar ni en los que cogen el teléfono para interesarse. El 30% de los voluntarios son estudiantes y el 25% empleados, pero después de estos grupos hay ejemplos para todo: «Se han apuntado amas de casa, modelos, funcionarios, actores, desempleados… de todo», confirma Vera.

El perfil del voluntario tipo ha cambiado desde las primeras llamadas. Ahora sería un hombre, menor de 25 años y universitario, el retrato de la mayoría de personas que quieren invertir su tiempo libre en paliar un poco el desastre medioambiental que sufre la Costa de la Muerte. Aunque esto no quiere decir que sólo gente joven se haya animado a apuntarse. Entre el primer grupo de voluntarios que enviará la Comunidad de Madrid la semana que viene al Parque Nacional de Corrubedo, se va a contar con tres jubilados de 65, 63 y 61 años.

Mientras hablamos con el director general, las llamadas se acumulan.La gente quiere informarse y sobre todo pregunta cuánto le va a costar la aventura. La solidaridad es muy generosa, pero el bolsillo influye en la decisión final. Cuando la teleoperadora le asegura que la Comunidad de Madrid se hace cargo de todos los gastos, la frase siguiente siempre es «¿qué tengo que hacer para apuntarme?».

Nombre, DNI y el número de calzado para las botas del uniforme.Estos datos y acordar la fecha en la que el voluntario quiere hacer las maletas son los únicos requisitos que se le exige a la voz del otro lado del teléfono. «Bueno, ya se ha informado de los límites: todos los que viajen tienen que ser mayores de 18 años y no padecer ninguna enfermedad respiratoria», insiste Vera.

Es imposible obtener plaza en algunos reemplazos previstos: Overbooking.«Está ya todo ocupado hasta el 12 de enero, ahora estamos reservando para las semanas de febrero», dice una de las locutoras a un solidario anónimo que quiere informarse de cómo puede ayudar mejor.

La voluntad parece que va a tener una vida muy larga y los responsables madrileños tienen claro que van a seguir organizando y fletando autobuses hasta que Galicia lo requiera y los madrileños respondan de esta manera.

Coordinación casi castrense

El Gobierno regional no quiere que ninguno de sus voluntarios se vea afectado, por eso todo está organizado al milímetro. «Cada semana 227 personas se trasladarán el lunes, temprano, a la zona del Parque Nacional de Corrubedo donde se establecerán 20 cuadrillas de 10 ayudantes cada una», explica Tomás Vera. Cada grupo estará compuesto por nueve voluntarios y un coordinador al que se le ha exigido una cierta formación. «Además habrá 27 personas con un adiestramiento específico en psicología, educación o capacidades de comunicación y coordinación, para ayudar a organizar en nueve puertos diferentes a los marineros que trabajan en el mar», añade.

Barracones prefabricados con literas, uno para hombres y otro para mujeres, tres comidas diarias y un pack energético a mitad de la jornada, el uniforme completo para los trabajos de limpieza y mucho compañerismo son los aderezos a las ganas de ayudar que llenarán las maletas de los miles de voluntarios madrileños por siete días en su esfuerzo por luchar contra la marea negra.

Más de 1.800 solidarios esperan su turno

Darío tiene 21 años, es estudiante de Comunicación Audiovisual y el próximo 18 de diciembre se cargará el petate para participar en los trabajos de limpieza de las playas gallegas. Al saberse el prototipo del voluntario madrileño no duda en contestar: «Representante, representante no sé, porque creo que no me represento ni a mí mismo, pero está muy bien la iniciativa que ha tomado la Comunidad de Madrid, aunque, como siempre, llega tarde».

Después de todo, afortunado. Este madrileño se considera privilegiado, pues va a formar parte del primer reemplazo de soldaditos voluntarios que acudirán a la Costa de la Muerte. La culpable: su rapidez.«Llamé el martes por la tarde después de que una compañera de clase viera la noticia por televisión y me diera el teléfono de contacto». Otros no han tenido tan buena suerte y sólo unas horas de retraso les han supuesto reservar su tiempo de voluntariado para febrero. La ventaja es que podrán comprar el necesario impermeable en las rebajas.

Ir de balde a ayudar. Darío tenía todo apalabrado para viajar a la costa gallega con Adega, pero se tenía que costear el transporte y «no tenía ni un duro, así que cuando me enteré de que la Comunidad lo subvencionaba todo, no me lo pensé», aclara.

Precedente: antiglobalización. Para algunos voluntarios no es fácil explicarle a su familia sus ganas altruistas de ayudar en Galicia, pero Darío lo ha tenido más sencillo de lo normal.«Mis padres ven muy bien mi viaje a diferencia de otros temas, que los llevan peor. He participado en manifestaciones antiglobalización y se quedaban más nerviosos», asegura entre risas. Su prioridad no es tanto ayudar a las personas, que también, como intentar paliar los efectos de la catástrofe ecológica: «La gente aún no es consciente de lo que ha ocurrido en Galicia, el barco va a estar soltando fuel hasta el 2006… es una tragedia».

No sólo manos, también se necesita cabeza. La crítica, siempre constructiva, salta enseguida de la boca de este voluntario: «Que hayan organizado estos equipos está bien, pero es demasiado tarde». «Eso sí, esperemos que el esfuerzo sirva de algo y se globalice el sentimiento de solidaridad. Este proyecto ha demostrado que está implicada gente de todas las edades y clases sociales, ojalá que dure mucho tiempo».

El Mundo

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