Diagnosis de Desórdenes Mentales

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A pesar del esfuerzo de los líderes en el campo de la psicología clínica, que han tratado de hacer de la diagnosis de las enfermedades mentales un proceso lo más «objetivo» posible, las teorías individuales de los profesionales aún juegan un papel demasiado importante.

Esta es la conclusión a la que han llegado Woo-kyoung Ahn, psicóloga de la Vanderbilt University, y Nancy Kim, de la Wesleyan University.

Durante los últimos 22 años, a los psicólogos clínicos se les ha dicho de forma reiterada que sus diagnósticos deben estar basados únicamente en una lista concreta de síntomas. Pero según el estudio realizado por Ahn y Kim, los profesionales diagnosticarán más fácilmente un desorden mental en una persona si ésta exhibe un síntoma que esté muy relacionado con sus propias teorías sobre él. De la misma manera, será más difícil que realicen el mismo diagnóstico para un paciente con síntomas que consideren periféricos.

La diagnosis correcta de un desorden mental es una tarea esencial para un posterior tratamiento, y puede afectar a cómo se desarrollará la vida del paciente en lo sucesivo. Por eso es muy importante que se efectúe según unos parámetros lo más objetivos posible.

Para determinar el impacto que las teorías personales tienen en un diagnóstico de este tipo, Ahn y Kim encargaron a 35 médicos de clínica y 25 en prácticas la realización de cuatro tareas básicas. Primero, determinaron las visiones teóricas de los participantes, permitiéndoles que señalaran las relaciones entre los síntomas de algunos desórdenes. Por ejemplo, un médico podría considerar una «excesiva ansiedad social» como un indicador clave de un tipo de trastorno de personalidad, y «experiencias de percepción inusuales» como algo periférico, mientras que otro médico consideraría esto último como un síntoma principal y el primero como algo periférico, para la misma enfermedad mental.

A continuación, se pidió a los participantes que identificaran la importancia relativa de los síntomas asociados con los desórdenes, y luego que diagnosticaran algunos casos hipotéticos. Finalmente, varias horas después de los diagnósticos, se comprobó si recordaban los síntomas de los pacientes que habían diagnosticado.

Ahn y Kim descubrieron que tanto los médicos en plantilla como los que están en prácticas mantienen teorías complicadas sobre varios desórdenes (desde la esquizofrenia o una gran depresión, hasta trastornos de personalidad diversos) y la relativa importancia de los diversos síntomas. Además, no encontraron demasiado acuerdo entre las teorías individuales.

Ahn opina que el teorizar forma parte de la naturaleza humana, y no es por sí mismo malo. Pero en el caso de los desórdenes mentales, no hay una comprensión clara de las causas que producen estas condiciones. Como resultado de ello, las teorías de cada profesional pueden ser idiosincrásicas, lo que llevará a diagnósticos que entrarán en conflicto.

De hecho, no sólo las teorías individuales afectan al diagnóstico, sino que las mismas teorías influyen en la recolección de los síntomas del paciente. Los expertos recuerdan mejor los síntomas si juzgan que están muy relacionados con un determinado desorden. Peor aún, cuando diagnostican a un paciente con una enfermedad mental concreta pero que no muestra algunos de los síntomas que el médico considera importantes para este diagnóstico, es muy probable que después crea recordar que el paciente sí tiene estos síntomas, cuando, de hecho, no los presenta.

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