De Darwin a Internet

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La tecnología que la Agencia Espacial Europea está desarrollando para detectar planetas extrasolares del tamaño de la Tierra podría al mismo tiempo ayudarnos a conseguir una Internet sin embotellamientos. El secreto está en los sistemas ópticos miniaturizados que caben en un microchip.

Los datos que circulan por Internet se comportan en cierto modo como un coche que avanza rápidamente en una carretera recta pero que tiene que frenar cuando debe cambiar de dirección en un cruce. En las autopistas de la información, los datos circulan a altísimas velocidades gracias a los cables de fibra óptica. Cuando llegan a los ordenadores llamados servidores, que los redirigen a su destino final, las señales de luz deben ser convertidas en electricidad, lo que frena todo el proceso.

Los electrones se mueven a velocidades de unos pocos kilómetros por segundo a través de un circuito, mientras que la luz lo hace a casi 300.000 km/s. Los ingenieros creen que el uso de óptica integrada permitiría dejar los datos como luz y canalizarlos simplemente a través del chip, en la dirección adecuada. En este chip no habría electrónica miniaturizada, sino sólo óptica miniaturizada.

La Agencia Espacial Europea (ESA) está preparando dos programas para buscar planetas extrasolares semejantes al nuestro. Uno es el GENIE (Ground-based European
Nulling Interferometer Experiment), y el otro es la misión espacial Darwin. Ambos combinarán la luz procedente de dichos planetas, captada por distintos telescopios, para hacerlos visibles incluso aunque sean muy débiles.

Para conseguir combinar varios rayos de luz, tradicionalmente deberíamos usar espejos móviles y lentes que los redirijan hacia donde queramos. Sin embargo, si el sistema se mueve, puede romperse. La solución está en usar óptica integrada, donde todo es mucho más pequeño y no existen partes móviles.

La óptica integrada es una tecnología muy deseable, pero difícil de desarrollar. De hecho, es una ciencia que está muy por detrás de la de los circuitos integrados. Pero los ingenieros europeos ya están trabajando en ello. En el plazo de un año podrán decidir si será posible usar óptica integrada en el GENIE.

El programa Darwin (compuesto por una flotilla de ocho satélites) también podría usar este tipo de óptica revolucionaria, pero bajo longitudes de onda más largas (infrarrojo medio) que en el GENIE. De nuevo, nos encontramos en territorio desconocido, aunque los científicos son optimistas sobre su viabilidad.

Si tienen éxito, nos beneficiaremos aquí mismo, en la Tierra, ya que la óptica integrada podría acelerar nuestras conexiones domésticas a Internet entre 100 y 1.000 veces. Las consecuencias de navegar por la red a estas velocidades podrían ser sorprendentes.

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