¿Cables? No, gracias

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Es una tecnología adictiva”. Así de claro se mostraba Bill Rossi, uno de los ingenieros de Cisco que el pasado mes de diciembre se reunió con analistas de todo el planeta. Hablaba de WiFi, el sistema de conexión de redes inalámbricas también conocido como 802.11b. Surgida prácticamente de la nada a lo largo de los dos últimos años, esta tecnología ha quitado el protagonismo a Bluetooth, HomeRF y cualquier otro intento de utilizar las ondas de radio para el transporte de datos.

Eliminar los cables de red se ha convertido, según un estudio de la consultora Goldman Sachs, en una de las mayores prioridades de las empresas, tan sólo superada por la seguridad y la capacidad de almacenamiento. Detrás de las empresas, los usuarios de a pie. IBM, AT&T e Intel ya han firmado un acuerdo para dar acceso de red inalámbrico en todo el territorio estadounidense. Supondrá multiplicar por 10 los puntos de acceso actuales, y podría suponer otro retraso de la telefonía de tercera generación.

La consultora Strategy Analitics va aún más lejos. 2003 no traerá avances significativos en la telefonía de tercera generación. El retraso es tan evidente en Europa que las administraciones comienzan a tomar medidas. En España, el Gobierno ha perdonado 6.000 millones de euros en los avales para las licencias de UMTS.

Mientras tanto, WiFi vivirá un año de crecimiento imparable. En el viejo continente, el boom inalámbrico será similar al de EEUU. “A lo largo de 2003, veremos cómo se multiplican los puntos de acceso, ya sea por parte de proveedores o de iniciativas de los gobiernos locales para dar cobertura a los ciudadanos”, aseguraba Chris Dedicoat, vicepresidente de Cisco para Europa, Oriente Medio y África. Para 2006, Europa podría disponer de más de 90.000 puntos de acceso.

Frente a estas iniciativas hay dos grupos bien diferenciados. Por un lado, las comunidades inalámbricas, creadas por los usuarios de forma desinteresada. Para ellos, las nuevas maniobras de empresas como IBM o Intel son un intento para cobrar al usuario por una tecnología que, hasta ahora, era gratis. Por el otro, la desconfianza del departamento de Defensa de EEUU que ve en esta tecnología una amenaza para la seguridad y una fuente de interferencia para sus sistemas de radar.

LIMITACIONES.

Por si la oposición militar fuera poco, WiFi tiene que luchar contra sus propias limitaciones. Las conexiones inalámbricas son cómodas, pero inseguras. El estándar 802.11b delega toda la protección de datos a un protocolo de encriptación, conocido como WEP, de muy poca eficacia. Romper la codificación sólo lleva unos minutos y al ser inalámbricos, cualquiera en un radio de 100 metros los puede interceptar. Además, los 11 Mb por segundo que puede transportar una red inalámbrica ya se han quedado cortos. La demanda de soluciones a estos problemas por parte de empresas y usuarios ha fomentado la creación de nuevos estándares, a menudo incompatibles o apoyados sólo por una pequeña parte de las empresas fabricantes. El resultado ya se conoce como la “sopa de letras 802.11”, ya que cada una aporta su letra particular. Así, el 802.11a permite transmitir 54 Mb por segundo, pero utilizando la frecuencia de 5 gigahercios, de uso no regulado en Europa. La 802.11i hace hincapié en la seguridad, reforzando la encriptación de los datos. La letra “g” será la que más se escuche aquí. Permitirá mayores velocidades de transmisión emitiendo en la banda tradicional de los 2,4 gigahercios.

Gane quien gane, el resultado está claro. Al cable no lo volveremos a ver ni en pintura. Y no sólo el de red. A Microsoft se le ha ocurrido cómo utilizar la tecnología para crear nuevas formas de usar el ordenador. En Redmond tienen claro que los portátiles del futuro serán TabletPC, pero también que los sobremesa del mañana serán Mira. Ése es el nombre en clave de los nuevos Smart Displays. Un proyecto con varios años de estudio y que por fin verá la luz en el primer trimestre de 2003.

MONITOR LIBRE.

Con esta nueva tecnología, Microsoft pretende que el usuario pueda usar su ordenador sobremesa desde cualquier parte de la casa. El monitor, que hasta ahora estaba conectado físicamente al equipo, podrá separarse y usarse para acceder a la información desde cualquier lugar de la casa. Será táctil y, por supuesto, confiará en la tecnología WiFi para enviar y recibir toda la información de la CPU. El control del ordenador se realiza utilizando la función de acceso remoto al escritorio que todos los Windows XP incluyen de serie. Mientras se acceda de esta forma, el teclado y los controles del ordenador sobremesa quedarán bloqueados, de forma que el usuario que tenga la pantalla será el único capaz de usar el equipo base. La pantalla tendrá, además, su propio sistema operativo. El Windows Ce Smart Display Edition será el encargado de dar vida a los nuevos monitores inteligentes.

Por ahora ya hay cuatro fabricantes –Philips, Viewsonic, Nec y Fujitsu– dispuestos a arriesgarse con la idea. Los problemas, por supuesto, vienen motivados por la escasa capacidad de 802.11b para transmitir vídeo. WiFi ha demostrado ser capaz de soportar la transmisión de imágenes en movimiento, pero el acceso a escritorio remoto de Microsoft ralentiza la transmisión. Con once Mb por segundo no será posible.

Los precios se situarán en torno a los 1.000 euros por una unidad de 15 pulgadas, descendiendo conforme lo haga el precio del cristal líquido. Además del precio, los usuarios han criticado la necesidad de utilizar la versión profesional del sistema operativo de Microsoft en un dispositivo que se supone orientado a ordenadores domésticos.

Ariadna

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