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Un grupo de científicos ha alimentando a varios perros con una dieta que contiene el mismo tipo de grasas que podemos encontrar en la comida frita. El objetivo es averiguar cómo contribuyen estas grasas al envejecimiento y al desarrollo de enfermedades humanas como la arteriosclerosis y el cáncer.

Uno de los grupos recibió una dieta de lípidos altamente oxidados, otro un nivel moderado de este mismo tipo de grasas, y el último grupo un nivel relativamente bajo. Después de unos días, los investigadores de la Purdue University, liderados por John Turek, comprobaron que los animales de los dos primeros grupos habían visto reducidos su crecimiento, la formación de hueso y la función inmunológica.

Sabemos que las dietas con elevado contenido de grasas oxidadas contribuyen a la aparición de la arteriosclerosis y otras enfermedades en las personas. Sin embargo, no sabíamos cómo afectan estas dietas, a largo plazo, durante la etapa de crecimiento. Nos preguntábamos si el crecimiento de los tejidos y los órganos se verán perjudicados, o si los niños desarrollarán enfermedades geriátricas en un momento mas temprano de sus vidas.

Turek, Bruce Watkins y el resto de sus colegas utilizaron perros para realizar un estudio al respecto porque su período de desarrollo inicial es rápido, mientras que su cuerpo no es demasiado diferente al nuestro.

Cada vez con mayor frecuencia, los restaurantes y los establecimientos de comida rápida utilizan alimentos fritos como oferta principal. Esto está añadiendo una gran cantidad de grasa oxidada a la dieta del ciudadano, provocando disfunciones corporales que apenas ahora empezamos a comprender con exactitud.

El proceso que forma lípidos oxidados también ocurre de forma natural en los procesos metabólicos del cuerpo. Los radicales libres, un componente de la oxidación de lípidos, dañan las proteínas, otros lípidos, el ADN y las células, es decir, provocan enfermedades. Por eso, es muy importante consumir alimentos frescos, tales como fruta y vegetales, que tienen un nivel bajo de lípidos oxidados y un contenido alto de antioxidantes.

Hasta ahora, muchas de las investigaciones se hacían en roedores. No obstante, los perros proporcionan una visión más exacta de lo que ocurre en nuestro cuerpo, sobre todo en el de los niños en etapa de crecimiento. Durante los primeros días de su vida, los perros crecen deprisa, añadiendo una cantidad considerable de masa ósea y músculo, algo comparable a lo que experimentan los humanos durante las fases de crecimiento rápido, como la pubertad.

Los perros, al consumir dietas con alto grado de grasas oxidadas, ganaron menos peso y grasa corporal que sus compañeros del grupo con dieta moderada o baja. Además, vieron reducida su función inmunológica y la presencia de vitamina E, un antioxidante que ayuda a luchar contra los radicales libres. El ritmo de formación ósea descendió asimismo.

Se emplearon 24 perros, todos de 2 meses de edad. Siguieron su régimen dietético durante 16 semanas.

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