Anillos Invisibles

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Las estrellas jóvenes llamadas T Tauri se parecen al Sol cuando éste era joven. El hecho de que no tengan anillos de materia a su alrededor, parece indicar que no desarrollarán planetas. Sin embargo, astrónomos de la Vanderbilt University opinan lo contrario. El material y los discos están ahí. Simplemente, se han hecho invisibles. Si están en lo cierto, existen muchos más sistemas planetarios alrededor de estrellas parecidas al Sol de lo que creíamos.

Hasta hoy, las observaciones de sistemas T Tauri habían puesto de manifiesto anillos alrededor de las estrellas más jóvenes, y no en las de edad más avanzada. La lógica conclusión es que los T Tauri no son candidatos a presentar planetas como regla general, reduciendo las posibilidades de que existan mundos como el nuestro más allá del sistema solar.

Pero David Weintraub y Jeff Bary, astrónomos de Vanderbilt, creen que los anillos simplemente evolucionan durante el proceso de evolución planetaria, haciéndose invisibles a nuestros instrumentos. Para apoyar esta hipótesis, han empezado a recoger evidencias. El premio: la Tierra tendría muchos más hermanos en el universo de lo que pensábamos hasta ahora.

Para lograrlo, Weintraub y Bary están observando muy de cerca el comportamiento de las estrellas T Tauri. Se trata de adolescentes estelares, de menos de 10 millones de años de edad, que cuando maduren, se parecerán a nuestro sol. Las de menos de 3 millones de años poseen invariablemente un anillo de gas y polvo a su alrededor, un disco protoplanetario listo para producir planetas. Pero dado que otras T Tauri más antiguas ya no dejan ver este disco, es lícito pensar que el proceso de formación queda interrumpido en algún momento. Son a pesar de todo demasiado jóvenes como para que el anillo se haya convertido íntegramente en planetas bien constituidos. Weintraub y Bary proponen que éste, simplemente, se ha hecho invisible, y se fundamentan en una observación particular.

Durante la formación de los planetas, existe un paso previo durante el cual el polvo y los gases se agrupan poco a poco, creando «planetésimos», fragmentos sólidos cada vez más grandes que finalmente se unirán entre sí en diversas órbitas para dar lugar a los cuerpos planetarios. Weintraub y Bary opinan que este material, que previamente delataba su presencia gracias a las emisiones infrarrojas, deja de poder lanzar luz al espacio al quedar atrapado en los planetésimos. Como consecuencia de esto, el disco será cada vez menos brillante, hasta pasar desapercibido frente a nuestros telescopios.

Los dos astrónomos piensan que los constituyentes principales del disco protoplanetario que solemos ser capaces de detectar (granos de polvo y moléculas de monóxido de carbono) desaparecen pronto, durante la primera fase de formación planetaria. Pero otro constituyente, el hidrógeno molecular, debería permanecer más tiempo. Este gas, que encontramos en los gigantes como Júpiter, no pasará a formar parte de estos planetas hasta que se haya formado un núcleo rocoso de planetésimos de hasta 10 veces el tamaño de la Tierra. Es necesaria esta masa para mantener al hidrógeno atrapado por la gravedad.

Así pues, si encontramos hidrógeno molecular alrededor de una T Tauri, es que el disco sigue ahí. Por desgracia, esta forma de hidrógeno es difícil de estimular para que emita luz y pueda ser vista. Pero hay una región en la que eso debería ocurrir. Finalmente, gracias a un gran telescopio, los dos astrónomos observaron la estrella T Tauri llamada DoAr21, y en ella encontraron la débil señal que estaban buscando. Si tienen razón, muchas más estrellas tienen discos protoplanetarios, y por tanto planetas, que aumentarán el número de cuerpos de este tipo existentes en el Universo.

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