Los que nunca darán el sí… (Cómo reconocer a un inalcanzable)

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A simple vista se ven como buenos candidatos para el matrimonio, pero en realidad pertenecen a una especie antagónica, pues su obsesión es eludir los compromisos. Para que aprenda a detectarlos le contamos cuáles son los prototipos de hombres y mujeres incasables…

Le tienen fobia a las argollas y el sólo oír la marcha nupcial les pone la piel de gallina. Conocen todas las estrategias para escapar al momento del compromiso y por eso sus ingenuas parejas pueden durar años esperando a que a su enamorado se le ocurra proponer o aceptar una propuesta matrimonial.

Aunque sus víctimas se los pueden encontrar en cualquier momento de su vida, quienes han pasado por la experiencia dicen que todo lo que antes de los 30 años parecía un comportamiento normal, después empieza a tomar tintes de patología. Como quien dice, entre más viejos se vuelven más expertos en sus estrategias de escape para dar el sí definitivo.

Si usted es una de esas personas que se la pasa disculpando el elusivo comportamiento de su pareja, que solo hacen cosas en común cuando benefician a su contraparte o que despierta siempre solo (a) pese a creer que duerme acompañado (a); seguramente está perdiendo su tiempo al lado de un incasable.

Pero como la mejor defensa es el conocimiento de las tácticas del enemigo, aquí les presentamos un perfil de aquellos hombres y mujeres que nunca llegarán al altar.

Aquí están estos son…

El quebrado
Si no sufre de alguna adicción, fijo es un desempleado crónico.
En esta categoría encajan los hombres que consideran que ninguno de los empleos que les ofrecen están a su altura; los que sin mediar palabra alguna, a las pocas semanas se trastean a la casa de su novia para que los mantenga «mientras las cosas mejoran», y los que convierten pequeñas crisis pasajeras en problemas eternos.
Su estilo de vida se resume en la palabra ‘conflicto’ y su secreto es vender la idea de que poseen un gran potencial, que solo desarrollarán cuando alguien les dé la oportunidad de demostrar sus capacidades.
Según ellos, cuando sean millonarios y exitosos, pensarán en organizarse.

El llorón
A primera vista parece un ser sensible, tocado por el halo angélical de la Nueva Era. Pero cuando usted lo analiza, se encuentra con la versión masculina de una plañidera.
El eje de su vida es él mismo; por eso, más que resolver sus problemas, le interesa tener un público que escuche sus tragedias. Podría desempeñarse a la perfección como actor melodramático y se delata porque se queja insistentemente de todo, incluso de las mejores cosas de la vida. Su capacidad espiritual y su expresión emocional, son solo una postura que explota para protegerse de asumir las responsabilidades.
Quienes se relacionan con él, oscilan entre querer protegerlo o querer ahorcarlo.

El Peter Pan
Adolescente perpetuo, su principal característica es la incapacidad para crecer y madurar. Si usted menciona en algún momento la palabra matrimonio, su reacción es ofenderse ante la presión. Es un buen compañero para aquellas mujeres pacientes que tienen el tiempo necesario para criar a su hombrecito y esperar a que crezca.
Con él la única estrategia posible es aguardar a que se ate por sus propios medios a usted, pues las viejas tácticas de la distancia y la indiferencia solo le ofrecen más tiempo para escapar del compromiso. Antes de concederle un plazo para que madure, establezca uno para usted soportarlo.

El manipulador
Es un quebrado, pero emocional. Nadie en el mundo ha sufrido más que él. Su pasado es un camino espinoso en el que algún hecho traumático lo marcó para siempre y usa ese dolor pasado para ocultar sus comportamientos equivocados.
Todo ello, le produce una sensación de poder y dominio que en realidad nunca obtendría a través de vías transparentes. Emplea sus infortunios para no asumir compromisos emocionales y para ejercer una experta labor de manipulación de las emociones femeninas. La imagen que vende es: «compréndame, que algún día superaré todo».

El marginal
Aparece en el panorama como el poeta melancólico, el desadaptado de las fiestas o el extranjero misterioso. Según el, siempre está al borde del abismo, pero el asunto no pasa de ser una pose para mostrarse interesante.
Se vende como el incomprendido y emplea el menor número de palabras posibles; por eso las mujeres que se le acercan terminan endosándole un pasado heroico que no existió.
En realidad, su marginalidad es producto de una decisión personal que se inspira en figuras tan anacrónicas como los poetas malditos o los hippies inadaptados. Para mantener una relación con ellos hay que entrar en el juego de sumar intentos de suicido, vestirse de negro o comportarse como asocial.

El donjuan
Su lema es: «todas son buenas» y su reto es conquistar. Pero una vez lo han logrado el encanto se acaba. Las mujeres suelen engañarse pensando que son especiales y que esta vez el donjuan sí se enamoró porque llegan incluso a proponer matrimonio.
Por lo general, estos compromisos nunca se concretan porque al poco tiempo ya están buscando una nueva conquista.

En esta especie podrían incluirse algunos casados que recurren a la estrategia de estar en búsqueda de una mujer que los comprenda y que escuche cuánto sufren en su matrimonio. Por principio, un donjuan casado no deja a su esposa por otra mujer y si lo hace… ella será la próxima engañada. Además, cuando alguien abandona a su pareja sin estar plenamente convencido, lo usual es que luego la busque para reconciliarse. Con esos argumentos basta para clasificarlos en esta categoría.

Ellas también sacan el cuerpo

La atrapada
Su tema favorito es hablar de su divorcio, pero en realidad emocionalmente nunca se han separado de su ex. Ya sea porque siguen vinculadas sentimentalmente a sus ex maridos o porque la separación les dejó un enorme sentimiento de culpa.
Como si se tratara de una versión sentimental de la película Atrapado sin salida, viven en su antigua relación y ello les impide formalizar una nueva. En el fondo son mujeres inseguras que confunden el amor con la dependencia y generan adicción a sus viejos amores, los cuales de alguna manera llenaron durante algún tiempo sus carencias.

La sacrificada
Esta especie también podría llamarse «la mujer maravilla». Se trata de mujeres que asumen en su estructura familiar papeles múltiples, que las condenan a responder por el compromiso de conductora oficial. Se convencen de que su familia no podría funcionar sin ellas y, en su papel de víctimas heroicas, hablan más de las necesidades de su familia, que de las suyas.
Su buen corazón es el argumento con que se defienden pero todas sus relaciones afectivas están condenadas a ocupar un segundo lugar. Sus parejas deben acostumbrarse a verlas solo cuando su mamá o su papá no las necesitan.
Un dato interesante para reconocerlas es que desde los 20 años se comportan como si tuvieran 40.

La hija
Su mayor fantasía es encontrar a un hombre que se comporte más como su padre que como su pareja. Creen que lo más importante de una relación es satisfacer las carencias y necesidades que no ha podido resolver por si misma y, por eso, busca que el hombre de sus sueños la proteja, la cuide y haga por ella todo lo que un padre haría.
Como es imposible hacerles entender que una relación tiene como fin crecer y apoyarse mutuamente, viven en permanente desequilibrio.
Cuando un hombre se mete en este tipo de relación tiene dos opciones o asumir la paternidad responsable de una hija ajena o huir en busca de alguien que pueda responder por sí misma.

La perfeccionista
Nunca se casan porque jamás encuentran al hombre que cumpla con todas sus exigencias. Como si ellas fueran perfectas, tienden a buscar una pareja carente de defectos.
A sus ojos todos los hombres aparecen incompletos y en esa búsqueda del ser ideal se les va la vida, pues nunca llegan a entender que simplemente no existe. Para seguirles la pista basta con escuchar en sus conversaciones frases en primera persona repletas de adjetivos positivos y disquisiciones sobre la incapacidad masculina para complacer a las mujeres.
Viven en un mundo idealizado y podrían dedicarse a escribir libretos para telenovelas, siempre y cuando les permitan definir al galán.

La crítica
Son diosas omnipotentes. Según ellas, su poder está en transformar todo lo que no les gusta un hombre. Meterse en un noviazgo con esta especie equivale a someterse a la más ardua crítica.
Todos sus comentarios, incluso en público, son dardos afilados, cuyo fin es obligar a su pareja a perfeccionarse, léase: dejar el cigarrillo, manejar más despacio, refinar sus modales, hablar menos, en fin, dejar de ser lo que es. Su lema es «yo lo haré cambiar» y creen que los hombres que se les acercan son materiales moldeables a los que les faltó una dirección acertada en la vida. Nunca le dirán si una propuesta matrimonial, a menos que quien la proponga firme un acuerdo prenupcial en el que se comprometa a no hacer las cosas que a ella le molestan.

La gustadora
Son adictas al enamoramiento. Su disculpa para no comprometerse no es que a ella le gusten todos, sino que ella los atrae a todos.
Se siente tan segura de sus encantos que nunca encuentra quien se la merezca. En el fondo todo se resume a un temor desmedido por aceptar los compromisos que sugiere la vida real. Vive de la imagen que ha creado para un público, que componen todos los especímenes masculinos. Por eso cuando un hombre se le acerca, le observa como un fan más. Es tan fría como inmadura y le encanta relatarle a su pareja de turno, sus experiencias y triunfos sentimentales del pasado.
Para ella todos los hombres son posibles admiradores, siempre y cuando estén dispuestos a alabarla sin rubor.

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