Cosas de Madre

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¿Se han fijado en que todas las madres del mundo dicen y hacen exactamente las mismas cosas? Yo creo que les dan un cursillo secreto en el que aprenden esos comportamientos que llamamos “cosas de madre”. A ver si han escuchado esto alguna vez:

-Tu hazle caso a tu madre, que tu madre sabe mucho de eso.

¿De dónde creen que ha podido sacar una madre una frase asi? Pues del cursillo. Por eso todas dicen las mismas cosas. Seguro que vas a Tokio y allí las madres dicen: “Arikato tumami, que tumami sabe mucho de esto”…

Lo primero que les enseñan en ese cursillo es a repetir mucho las cosas; por eso, cuando eres bebé hablan contigo como un disco rayado:

-¿Cómo estás? ¿Cómo estás? ¿Cómo estás?

Seguro que si el bebé pudiera hablar les diría:

-¡Hasta el gorro, hasta el gorro, hasta el gorro!

En el cursillo también les dan clases de lenguaje, y las madres aprenden a incluir en todas sus frases el “mi” y el “me”: “Mi niño no me come”, “Mi niño no me duerme”, “Mi niño no me caga”….¡Hombre, no le hagas ese feo a tu madre! ¡Cágala!

Son tan posesivas, que en la agenda ponen todos los teléfonos de sus hijos en la letra “M”: “Mi Paco”, “Mi Angel”, “Mi Juanjo”.

Gracias a esos cursillos, las madres son capaces de hablar de dos temas a la vez:

-Mamá, quiero hablar contigo.

-¿Qué te pasa hijo mio? ¡No arrastres los pies!

-Es que estoy pensando en dejar de estudiar.

-¡No te toques los granos! ¿Pero cómo vas a dejar los estudios?

-Es que no me gustan.

-Huy, tantas cosas no me gustan a mi… ¡Ponte derecho, que vas chepao’!

Y hay un momento en que no se sabe por qué ambos mezclan las dos conversaciones, aunque no tenga ningún sentido:

-Pero, ¿cómo vas a tener ganas de estudiar si no arreglas tu habitación? Venga, va, que no hay quien entre… ¡Y estudia!

En estos cursillos de madre les inculcan, sobre todo, tres principios: que tome calcio, que respete las dos horas de la digestión y que en invierno se tape la boca.

Aunque tengas noventa años y tu madre ciento dieciocho, al salir camino de la UVI te dirá:

-Enriquito, tápate la boca.

Por supuesto, el cursillo incluye clases de estilo y moda; una madre siempre sabe lo que es moderno y se empeña en llevarte de compras y vestirte a la última:

-Huy, esta camisa es preciosa… ¿Te gusta, hijo?

-¡No!

-Pero ¿cómo que no? Si es lo que se lleva.

-Lo que se lleva, ¿dónde? ¿En el circo ruso?

Además, todas las madres son videntes:

-Niño, que te vas a caer…

Y te caes.

-Niño, no comas tan deprisa que te vas a atragantar.

Y te atragantas.

-Hijo, ten cuidado que ésa es una lagarta.

¡Y es una lagarta!

Hay que reconocer que estos cursillos son bastante completos, porque también incluyen nociones de policía. Algunas madres se convierten en auténticos sabuesos: “Tu has fumado”, “Tu has bebido”, “Esos calcetines llevan tres días sin cambiarse”. Yo creo que en algunos aeropuertos en vez de con perros, los agentes de aduanas deberían ir con su madre:

-¡Ese lleva cocaína y hace tres días que no se cambia los calcetines!

Lo que no les enseñan en el cursillo a las madres es que sus hijos crecen. Ya vives solo, vas a verla cada quince días… pero eso no le impide seguir cebándote: te pone en la mesa la comida de dos semanas. Y se te sienta al lado y empieza:

-¿Qué pasa, no está bueno? Venga, termínate las albóndigas, el bacalao, los pimientos rellenos y el cochinillo… y come pan. ¿Te pelo una naranja?

Porque una madre nunca está satisfecha. Por mucho que hagas, ella nunca estará contenta, quiere que te cases:

-¡Vale, pues me caso! ¿Estás contenta?

-No, porque es una lagarta.

-Vale, pues me divorcio. ¿Ya estás contenta?

-Pues no, ¿qué va a ser de tus hijos?

-Mamá, me ha tocado la lotería, ¿estás contenta?

-No, menudo palo te va a dar Hacienda

-Mamá, me han hecho presidente del Gobierno.

-Bueno, pero tápate la boca que vas a coger frio.

Pero aunque todas las madres hacen las mismas cosas, ninguna hace la sopa de cocido como tu madre, ninguna te pela la naranja como tu madre y ninguna te tapa la boca como tu madre, cuando hace frio.

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