El peligro indiscreto de los móviles con cámara

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Los móviles con cámara integrada han sido todo un éxito. Tanto, que muchos usuarios se han visto envueltos en problemas legales por disparar sus cámaras contra objetivos indiscretos.

Mujeres desvistiéndose en el gimnasio, primeros planos de las partes más íntimas de alguna jovencita inocente o comprometidas escenas de pasión en el sofá de alguna discoteca son algunos de los motivos favoritos de pequeños Grandes Hermanos tecnófilos, una actividad que no ha sido muy bien acogida en algunos países.

Hace un mes descubrieron a dos amigos usando su móvil para fotografiar hombres semidesnudos en los vestuarios de un club de campo en Edimburgo al que acuden famosos jugadores de rugby. Otro gracioso se ganó una buena bronca tras tomar imágenes de las bailarinas en un conocido club de strip-tease. Es tan fácil…

El fenómeno de las cámaras integradas ha revolucionado el mundo de los móviles en 2002. Son modernos y asequibles; todo el mundo quiere uno. Por otra parte, la sencillez con la que se envían las imágenes a otros teléfonos y la discreción con que hace el clic son una tentación demasiado fuerte. “Como lo llevas encima, haces fotos a todo” –observa un usuario– “y puedes cambiarte las fotos con tus colegas. Es una pasada”.

En Japón, después de varias denuncias y más de una trifulca callejera, las operadoras se han visto obligadas a incluir advertencias en sus aparatos, como una voz que grita “¡Yatane!” (lo has hecho) cada vez que dispara, avisando a la posible víctima. El Gobierno chino, por su parte, tiene intención de retirar los 9,5 millones de móviles con cámara que ya han sido vendidos en el país, por miedo al espionaje. Arabia Saudí, más radical, prohibió la venta de teléfonos con cámara desde el primer día, ante la posibilidad de ser utilizadas por “personas de mala fe”.

En el Reino Unido, los dueños de algunos clubes y gimnasios han preferido curarse en salud prohibiendo el uso de estos aparatos en sus establecimientos. Las autoridades educativas advierten a los padres para que no regalen cámaras a sus hijos o, directamente, prohíben su entrada en los recintos escolares, temiendo que alguna se cuele en las duchas, para disfrute de pedófilos.

En España, uno de los primeros spots publicitarios que promocionaban la nueva moda decía: “Ésa es la novia de mi mejor amigo. Ése –refiriéndose al joven con el que se besaba– no sé quién es. ¡Clic!”. La foto se hacía a traición. Y enviada. Sin saberlo, el anuncio reflejaba una tendencia que iba a ser muy popular entre los ciudadanos de a pie: el espionaje sentimental. Más de uno ha usado su cámara para demostrarle a su posesiva pareja que está donde dice estar, y otros, para vigilar al marido pendenciero o a la esposa infiel.

Mientras tanto, la ley protege al débil, pero también al vendedor. “La responsabilidad legal depende siempre del uso que se haga de la cámara y de la intención” –afirma María Arto, abogada de Écija y asociados–. “Cuando se vulnera la intimidad de una persona para sacar provecho personal, publicando su foto o distribuyéndola por la Red, se incurre en un delito civil”.

Ariadna

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